una mano más una mano no son dos manos, son manos unidas, une tu mano a nuestras manos para que el mundo no este en pocas manos sino en todas las manos.
El caso del guerrero tiene que ver con una condición de nacimiento, este sujeto tiene cualidades como el arrojo, la valentía y la voz, que le permiten liderar su grupo. Si nos detenemos a revisar los textos épicos, Aquiles por ejemplo, es uno de los guerreros que más combaten, más se esfuerzan y en síntesis más sirven a su comunidad. Aquí está el primer problema del guerrero colonizador primitivo, debido a su ignorancia, confunde la lucha y la guerra con la adquisición de mayores posibilidades de supervivencia para una población particular. En su caso desconoce que hay para todos. En las sociedades primitivas este concepto (colonizar = beneficio comunitario) podía funcionar si se tienen en cuenta algunos grupos de animales (y el pensamiento nómada de algunas tribus). Pero creer que tener más a costa de los demás es un principio ético y beneficioso real para el ser humano de hoy en día, es ignorancia[1]. El problema del guerrero, su ignorancia o su pensamiento colonizador, se agrava cuando se da cuenta que podría dirigir a las personas que creen en él y evitar pelear para no comprometer su integridad y seguir disfrutando de los beneficios adquiridos. Con el tiempo el problema se incrementará hasta el punto de que él o sus hijos verán a sus antiguos compañeros, ahora tropas, combatiendo desde lejos mientras que él o ellos se preparan para reclamar la victoria o para la huída.
Como si fuera poco, el chamán y el guerrero traban amistad. En ésta el chamán afirma que el guerrero es hijo de los dioses, por lo cual es un ser divino al que se le debe obediencia y temor, y el guerrero ofrece protección y cuidado a su amigo que mantiene a través del lenguaje (o de manifestaciones semióticas) sus lazos de sangre con el Cielo. Después de la amistad deciden ofrecer beneficios similares a sus familiares y amigos y allí se dividió definitivamente a la comunidad y se rompió con la posibilidad de unidad. Manipulación del conocimiento y fuerza se constituyen entonces en la base de la concentración del poder.
De allí hasta la actualidad, la situación no ha cambiado mucho. Han cambiado los mecanismos, pero quienes están en el poder siguen siendo unos pocos y los oprimidos muchos otros. Incluso hoy en día, la situación se ha agravado hasta el punto que las diferencias son enormes. En un país como Colombia, los pobres[2] son carne de cañón en las veredas donde son descuartizados por los paramilitares, quienes se les llevan sus tierras para sembrar droga y a través de ello se financian para acceder a cargos políticos desde los cuales generan y promueven leyes para incrementar exageradamente su capital[3]. Los pobres cultivan para no comer, viven en la mendicidad, lavan vidrios en los semáforos, son humillados en los centros de salud, son condenados a la drogadicción para olvidarse de todos sus conflictos, al robo para solventar las necesidades del mundo feliz promovido por los ricos, a la ignorancia en las instituciones educativas donde también los desprecian por no preocuparse por el conocimiento especializado cuando no han desayunado, o tienen que trabajar en la otra jornada. Por su parte, los ricos aparecen constantemente en televisión a recibir aplausos de los pobres por todas las irreverencias, lujos, comidas, derroche y prostitución en que viven.
Si volvemos la mirada al problema esencial, podríamos decir que la crisis en realidad está en el poder que da el conocimiento y cómo se manipula éste y en la fuerza que soporta dichas manipulaciones o mentiras. De hecho, la fuerza es la que permite que quienes se dan cuenta de la situación sean reprimidos para que no cuestionen las mentiras. El interés de un gobierno que promueve la fuerza militar[4] no es el de generar seguridad democrática, entendida como la seguridad para todos, es el de reprimir a los pobres para que no conozcan la verdad sobre las mentiras que se les ofrecen. De ahí que la represión a las universidades públicas es mayor que a otras instituciones del país. Las universidades están más cerca de encontrarse con las verdades por su mismo oficio relacionado con el conocimiento.
Colombia es un país que gracias a sus abundantes y exagerados recursos naturales ha sufrido la violencia en todas sus formas y en todas sus épocas: entre españoles e indígenas, centralistas contra federalistas, conservadores contra liberales, policía conservadora contra guerrillas liberales, conservadores y liberales ricos a través del ejército y la policía contra la guerrilla popular, ejército y policía contra narcotraficantes originarios del pueblo, ejército y paramilitares narcotraficantes que representan los intereses de los partidos tradicionales contra la guerrilla narcotraficante que perdió sus ideales originales. Paramilitares y guerrilleros narcotraficantes masacrando a los campesinos e indígenas indefensos en los rincones a dónde el estado nunca llega.
Si se mira con detenimiento, a excepción de la época en que la guerrilla fue popular, jamás se usó la fuerza a favor del descubrimiento de las mentiras que han afectado a la población colombiana siempre. La fuerza y la guerra se han usado para mantener al pueblo en la ignorancia mientras los ricos manipulan las leyes y envuelven a los pobres para que estén conformes con su situación, creyendo que los ricos promotores de la guerra ofrecerán la paz para poder vivir y trabajar. La mejor muestra está en el gobierno actual, la miseria sube, los desplazados crecen, el precio de los alimentos sube, el desempleo sube, el consumo y cultivo de droga es más alto y sin embargo se sigue patrocinando un sistema de seguridad democrática que genera mayor represión para el pueblo y no ofrece ninguna solución a los conflictos reales. Por su puesto, con la salvedad de una que otra finca que han sido libradas de los guerrilleros narcotraficantes, pero que pronto recibirán la factura de la cuota de seguridad de manos de paramilitares, o los impuestos por parte del gobierno (que parece ser lo mismo). Cambia el protagonista pero no cambia la opresión, a menos de que la finca sea de los mismos paramilitares. La seguridad democrática también ha permitido viajar por los sectores turísticos del país sin el temor de un secuestro de la guerrilla, pero hay que ver que quienes viajan son cada vez menos puesto que no hay mucho presupuesto y quienes lo hacen constantemente son los más ricos, es decir, la minoría favorecida de siempre.
Con éste panorama violencia como fundadora de toda la historia colombiana, volver al conflicto armado (o tomar las armas para la defensa de los intereses del pueblo) para encontrar las verdades en un país como Colombia sólo agravaría el problema, sólo introduciría un nuevo protagonista[5] a la interminable pelea que ha arrojado y sigue arrojando millones de colombianos muertos. Además, gracias a los medios de comunicación y al pésimo comportamiento de la guerrilla narcotraficante, hay cierta confusión y descrédito en la fuerza que no proviene desde las fuerzas oficiales. En la actualidad quien emplee un arma a diferencia de las fuerzas oficiales es tildado como terrorista, a pesar de que las fuerzas oficiales cometan actos con más tinte de terrorismo[6]. Por otra parte, la base real de las fuerzas militares son también miembros de la población pobre. Durante los tres primeros meses de entrenamiento militar son degradados como seres humanos, mediante humillaciones y castigos y cuando más han sido llenados de odio, les proveen un fusil. Recordando una frase militar popular: autoridad que no abuse de la fuerza se desprestigia, queda más clara la incomprensión, el abuso y la ignorancia de las fuerzas militares que sólo cumplen órdenes bajo el temor de que la milicia se acabe. Es decir, la milicia puede estar por encima de la vida o el bienestar de la población. La fuerza pública está en contra de un proceso educativo por su misma razón de ser: la orden no se cuestiona, se cumple. La represión no soluciona la vida del ser humano, la destruye al delimitarla y jerarquizarla a las órdenes que le dan. Las cárceles son las universidades del crimen por la forma en que están diseñadas y pensadas, para castigar y no para transformar o educar. Es necesario entonces encontrar los mecanismos para resolver el problema original que en esencia es un problema de conocimiento y de la comunicación de éste.
Gracias a las mentiras del sistema, la gente voluntariamente trabaja para él y reproduce las ideas, posiciones y visiones del mismo, incluso lo defiende. Pero si se emplean los mismos procesos de comunicación que ha diseñado el sistema para que la gente pobre crea en sus mentiras, a favor del conocimiento de las verdades que se han ocultado siempre, es posible que la gente se entere y pueda volver a tomar decisiones en comunidad, sin dividirse, en contra de quienes los han dividido siempre. El sistema que provee beneficios a los ricos funciona porque los pobres trabajan constantemente, si los pobres dejan de trabajar, se trastoca el sistema y entra en crisis, pero eso sólo se puede lograr cuando los pobres sean conscientes de que su trabajo es el que alimenta el descanso de los ricos y cuando los pobres rompan sus barreras individuales estúpidas y se unan y se organicen.
Eso no implica que los pobres puedan vivir sin trabajar, pero es preciso reorganizar el trabajo para trabajar para sí y para la comunidad más que para los ricos. Un trabajo digno y adecuado que proporcioné el sustento adecuado y digno. Para ilustrar la situación podríamos detenernos por un segundo a mirar si en realidad necesitamos del gobierno o de las fuerzas militares. Todo lo contrario, dichas instituciones están en contravía de los intereses más inmediatos de la población. Si miramos como funciona el gobierno, lo único que hace es poner trabas al desarrollo y al encuentro con la realidad. Los gobernantes son corruptos, el sólo hecho de que vivan de la política exclusivamente, además del abundante salario que reciben (ellos son los únicos que no protestan en el país por el sueldo) hace que su trabajo sea cuestionado. Si su función es la de servidores públicos debería por principio ser una función voluntaria, no remunerada. Pero si no es así, deberían tener un sueldo inferior, acorde con la crisis del país. Es que acaso un campesino no trabaja más que un congresista o que el mismo presidente, y entonces por qué los sueldos son tan dispares. Se podría decir que el presidente necesita viajar y para eso requiere más dinero ¿pero es que acaso cuando viaja no le dan además viáticos para el viaje? Tanto derecha, como supuesta izquierda en este país, todos están hechos de la misma politiquería, dan dos discursos populares, hacen fiestas, entregan limosnas a la población y quieren tener votos para tener el poder y supuestamente administrarlo bien para los pobres ¿pero es que acaso la misma ambición del poder no permite sospechar una ambición infinita? ¿Acaso la ambición tiene limites? Si se utilizaron intereses particulares para subir, ¿cómo puede desprenderse de dicha corrupción después?
Por su parte, la policía y las fuerzas militares reprimen a la población para que ésta no pretenda generar el caos en la libertad y el orden[7] de los ricos. Por esta razón las manifestaciones son reprimidas tan duramente. Lo que no se dice es que si se cuida al presidente y a los gobernantes es porque hay algo que ocultar ¿o será porque los manifestantes son personas perversas que quieren perjudicar el país? Lo curioso es que en las manifestaciones siempre se ve a gente como uno, gente pobre, marchan indígenas, campesinos, desplazados, estudiantes de instituciones públicas, empleados. No son los ricos los que han salido a marchar en Colombia (aunque en Chile y en Venezuela han marchado ricos en contra de las reformas agrarias que intentan devolverle la tierra a la gente y la repartición de riquezas porque obviamente les han quitado parte de sus beneficios), son quienes están perjudicados.
Ahora, no es un secreto que las cárceles están llenas de pobres, los ladrones, asesinos y narcotraficantes ricos están en el gobierno y cuando son descubiertos no conviven en las cárceles de
Lo que se ha dicho hasta el momento, es de conocimiento público[8]. Pero no se sabe cómo actuar. En principio es importante tener en cuenta que si los gobernantes tienen el poder, no es porque tengan sangre azul o poderes divinos como se creía antiguamente, es porque los pobres le dan el poder. El poder está en la capacidad de decidir, es decir, los pobres siempre han dejado que otros decidan por ellos porque han creído que no tienen la capacidad para decidir por sí mismos el desarrollo de su vida. Es cierto que el sistema y la sociedad en que vivimos ha hecho que los pobres se sientan más temerosos de actuar. Hay instituciones que han incrementado ese miedo, entre otras tenemos:
- La educación. Ésta dice que hay unas autoridades del conocimiento y por eso no se puede pensar si no se ha leído y conocido a las autoridades, el camino siempre será lejano ya que se ha perdido lo más importante desde el principio: la autonomía. Por supuesto, al no existir autonomía, tampoco existe capacidad de pensar con criterio las problemáticas.
- La iglesia. Entendida en todas las posibilidades de institucionalizar una creencia, afirma que hay que respetar y amar a los otros, pero no dice que respeto y amor es también decir la verdad y actuar, no solamente esperar a que otros decidan por mi mismo. Jesucristo fue, por ejemplo, alguien que tuvo la capacidad de decidir frente a su vida, sin embargo la figura de Jesucristo también se ha manipulado para los fines de los ricos: mantener en la servidumbre a los pobres so pretexto de una humildad que lo único que busca es dejar a los de arriba en el poder ¿Acaso Jesucristo no fue pobre también?, y ¿no se manifestó en contra de los ricos?, ¿y del dinero? ¿y de los opresores?
- Las leyes. Éstas son formuladas para los pobres desde los ricos[9], que son quienes estudian para conocer cómo se escriben las leyes y cómo se engatusa a la gente, en su supuesto marco de igualdad y beneficios para todos, jamás han permitido la igualdad y el beneficio de todos incluyendo a quienes están bajo la ley.
- Las fuerzas militares garantizan el cumplimiento de las leyes, pero como las leyes han sido hechas por los ricos, estas fuerzas militares (formadas con población pobre en la base y con comandantes oficiales de la clase alta[10]), terminan defendiendo por medio de la fuerza y la represión los intereses de quienes formulan las leyes, es decir, de la clase alta. Hay que ver cuanto personal militar existe en las bases para cuidar la seguridad de los comandantes o cuantos escoltas existen para garantizar la seguridad de los gobernantes de turno.
- Los medios de comunicación. Éstos embrutecen a la población, los ponen a pensar en fantasías, telenovelas y realities, en donde la única decisión que se puede optar es ponerse a favor o en contra de uno de los participantes. Antes de que se acabe el ciclo del programa ya han empezado tres o cuatro más para tener conectado y servicial al televidente pobre. Los noticieros cada vez analizan menos los problemas reales para desmenuzar la vida de los protagonistas de sus historias fantásticas y a las anécdotas que ellos consideran de carácter público.
- La politiquería (o los partidos políticos). Estos grupos presentan los problemas en una organización particular que obedece a unos intereses particulares y no a los de la comunidad, luego muestran la solución particular a dichos problemas haciendo creer a toda la comunidad que dichas soluciones son el verdadero camino y por eso se le debe dar el poder (a través del voto) al político de turno para que con este poder de decisión pueda acabar con la crisis. Por supuesto, darle el poder a una sola persona, y más cuando ésta tiene intereses particulares es perjudicial y la demostración son cerca de 2.500 años de democracia de los ricos en donde ellos o quienes entren a ese círculo, pueden tomar las decisiones más adecuadas para todos. Obviamente la falta de contacto con toda la comunidad (sobre todo con la población más desfavorecida) y la falta de reconciliación con los de la misma clase desfavorecida (visto en los pobres que llegan a alcanzar puestos políticos importantes) ha hecho que la visión sobre las soluciones del país sea miope y por lo tanto parcializada fomentando el desequilibrio ya existente.
En últimas estas seis instituciones (la educación, la religión, las leyes, las fuerzas militares, los medios de comunicación y la politiquería, entre otras) han garantizado el poder de los ricos y han mantenido a los pobres al margen del poder. Les quitan la capacidad de decidir, la capacidad de determinar su vida. Esta historia con diferentes actores es la misma historia desde hace miles de años. Unos pocos están arriba mandando y muchos, muchísimos otros están abajo obedeciendo. Mientras que las cosas funcionen así, ningún cambio trascendental se hará en la humanidad.
En Colombia, las cosas ya han llegado a un límite. El país nunca se había enfrentado a una crisis tan aguda[11]. En la época de la violencia política la gente por lo menos sabía que estaba en crisis, había algo más para comer ya que los recursos naturales no eran tan explotados por países extranjeros como sucede hoy en día, y sobre todo la gente no creía que tenía el mejor presidente. Pero hoy en día se padecen todos los males, pero lo peor es que la gente del común cree que estamos bien y progresando. De hecho, las instituciones anteriormente mencionadas tienden a plantear que las cosas están bien. Cuando están mal, entonces, el poder de ellos, su poder particular, tiene la solución. Así que el problema se soluciona cuando se les obedece. Pero siglos han demostrado que esto no es cierto.
Como se puede ver, el mayor problema está en que el pueblo, cada uno de los pobres tiene su capacidad para decidir embolatada. Es necesario que cada uno de los pobres del país, sepa que tiene la capacidad de decidir, que no sólo está condenado a la obediencia. A lo largo de todo este texto, se ha ido afirmando que el problema no está en el conocimiento, está en la comunicación de éste y el mantenimiento de las mentiras a través de la fuerza y de la manipulación ideológica. La fuerza funciona cuando hay otra fuerza. Es como en las manifestaciones de las universidades, cuando uno de los dos utiliza la fuerza, el otro responde. Una guerra de fuerzas con la desventaja de no estar peleando en el mismo terreno. Mientras los estudiantes agraden con piedras, molotov y arengas; las fuerzas militares, van con fusiles, cascos, escudos, bastones, protección corporal, disparadores de gases lacrimógenos altamente prejudiciales para la salud, además de tanquetas blindadas con potentes chorros de agua. Como se ve, este tipo de pelea está muy desequilibrada. Sin embargo, existe un arma que es más contundente, a la que pueden acceder los universitarios y queda exenta para la misma fuerza militar por su imposibilidad para razonar (ya que la fuerza radica en la ignorancia): el conocimiento.
Pero no se habla aquí del conocimiento especializado, que infortunadamente se ha terminado por convertir en otra forma de poder que sólo enajena al hombre en ermitas de la ilustración. Se habla del conocimiento sintético, básico de la humanidad. Es decir, el conocimiento especializado no puede seguir radicado en el derecho a la diferencia. Puede y debe haber una diferencia en las sensaciones y los sentimientos, en la apreciación del arte, en las formas de expresión, en las capacidades particulares, en la cultura, pero frente al bienestar humano hay una sola respuesta: el otro.
La postura de la otredad con distintos matices ha sido evocada por el arte y las ciencias humanas en el punto más alto de su especialización[12]. Pero muchos que están detrás de intereses particulares (ascender en la escala del intelecto que proporciona satisfacciones personales o mayor capacidad adquisitiva) se graban y defienden secciones de la teoría o interpretaciones de detalles triviales (frente a la urgencia de la transformación social), las repiten en complejas fórmulas y jamás pueden acercarse a la realidad del ser humano, a su verdadera esencia, porque al hacerlo se siente temor por perder la imagen de autoridad que han adquirido y su poder (hay que ver cuanto le cuesta a un maestro o a un artista reconocer sus errores y más frente a sus estudiantes o a su público[13]).
Es preciso entonces, que la academia se baje y ponga las cosas en términos más reales, más humanos y más beneficiosos para todos. Se desmonte de la estratosfera intelectualoide a la realidad del ser humano, tal y como lo planteaba el comediante Aristófanes en Las Nubes hace más de dos mil años. Pero la mayoría de académicos sólo se han reído y han sido sordos frente a su papel en el beneficio real de la humanidad.
La otredad en estos términos implica un proceso comunicativo del conocimiento. Es decir, si el universitario tiene unos mínimos para acceder al conocimiento como lo son por ejemplo: saber leer y escribir. Estos deben ser fomentados de manera masiva en la población. Ahora, no se trata sólo de una campaña de alfabetización. El gobierno hace eso, pero fomenta idiotas útiles, la mejor demostración está en las mismas universidades y en los colegios. Es necesario generar la idea de que todo tipo de acceso al conocimiento se plantea desde una necesidad de fomentar el pensamiento autónomo y crítico. El pensamiento que cuestiona la autoridad desde el mismo conocimiento y pone por encima el bienestar de la humanidad. El pensamiento que no requiere títulos y perfectibilidad sino que parte de la superación procesual del error y de la esencia ética del servicio al otro. Para servir al otro no se requiere de conocimientos especializados, se requiere de informaciones básicas en donde se denuncien con objetividad los males que afectan a la población, darle a la población los mínimos para que ellos por sí mismos puedan ampliar su conocimiento por medio de la investigación y el análisis. Esta objetividad parte de la misma objetividad que plantea el bienestar del otro, empezando por quien está próximo, pero tratando de redundar en quien está lejos. No se hace referencia a una postura servicial y de reverencia, se hace referencia a hacer lo mejor por el otro: ayudarle y compartir sus quehaceres inmediatos, denunciar la verdad, buscar que se tenga acceso a los mismos bienes y servicios, escucharlo, alentarlo, consolarlo, enseñarle cosas prácticas y en términos que lo pueda aprender para servir a otros y no para ponerse encima de los demás.
Una conciencia ética del ser humano que radique en la otredad. Entendiendo que el otro es igual a mí, y por lo tanto merece que yo le brinde mi atención y mi conocimiento crítico de la situación del país, pero no le brindo el conocimiento para que me vea como una autoridad, lo hago para que se pueda cuestionar e incluso para que pueda cuestionar a su maestro. No tiene sentido entrar al círculo vicioso de capacitarse en una universidad para tener un título, viajar y comprar casa y carro, porque jamás se acabará la necesidad de tener algo mejor, siempre se será esclavo de las posesiones materiales. El sentido de la vida del ser está en darse a los demás porque allí se puede generar la transformación del mundo para todos, obviamente, también para mí.
La adquisición es un beneficio pasajero del ser humano. Las posesiones materiales esclavizan, pasan y vuelven a esclavizar. Pero las relaciones humanas trascienden al ser, le devuelven su alegría, el sentido de su vida, lo liberan porque ya no es un ser para sí, es un ser para los demás, es un ser para todos, que es dueño de todo, y todos son parte de él. ¿Qué mayor posesión hay que el mundo entero? Como decía Gonzalo Arango: Todo es mío en el sentido en que nada me pertenece. Este tipo de ética de servicio al otro plantea en esencia la verdadera libertad, la que no es esclava de las posesiones materiales. Cada vez se trabaja más para obtener menos y todo lo que se tiene es prestado, se muere el ser en cualquier momento y no puede llevarse todas las posesiones materiales, todo el tiempo invertido en la adquisición de ellas es en últimas perdido. Pero sí ha sido feliz, con eso es suficiente y no se puede ser completamente feliz si no es a través de la felicidad que se puede proporcionar a otros. Lo demás siempre va a generar una cuota de vacío, insatisfacción y resquemores. Es decir, si las cosas están por encima de las personas, en el mismo sentido, yo mismo, como ser poseedor, estaré por debajo de las cosas, esclavo de ellas, dependiente de su consecución.
Si el problema es de comunicación del conocimiento, la revolución, entendida como la transformación ética de la sociedad, puede comenzar en la misma universidad. La visión de otredad, enmarcada en el plano de la realidad inmediata, acrecentada por la dinámica intelectual inmanente de la academia, da como resultado un conocimiento práctico y universal en el que no existe diferencia particular, sino bienestar común. En síntesis es necesario que la universidad haga un alto en la búsqueda y desarrollo de modelos complejos y aprendizajes especializados para concebir soluciones prácticas a los problemas cotidianos que aquejan a la población real y principalmente a los más desfavorecidos. La universidad debe convertirse en un medio de comunicación para la sociedad, volver los ojos a la crisis real de la humanidad. Además de los problemas que se han mencionado aquí que son de orden macro, se puede ir atendiendo a problemas micro en los cuales la población puede decidir. Para poner un ejemplo práctico, si se estudian las decisiones políticas que toma el gobierno para la población en la universidad y se comunican a través de un lenguaje sencillo a la población, además se les dan los suficientes elementos para opinar y decidir sobre el futuro del país. Es posible que las personas informadas asuman una postura crítica al pensar que determine su actuar.
Pero para que ello se dé, es preciso comenzar a destruir los poderes particulares y las instituciones que se han mencionado de forma sistemática. El primer poder que se debe destruir es el particular, el mío. Cuando dejo de pensar en el capital, la fama y en la aspiración a títulos y diplomas como realización personal, dicho poder ya empieza a colisionar (parece que los estudiantes sólo buscan las notas y el conocimiento especializado para demostrar el ascenso social). La segunda etapa consiste en el desmonte de las autoridades inmediatas. Autoridades como la familia y los mismos profesores alimentan el sistema gracias a que esa es la función que el sistema les ha determinado y la cumplen de forma inconsciente. No se invita a destruirlos, se invita a un proceso de resistencia en donde el otro, padre de familia y profesor, entienda que no es el depositario único del conocimiento y de la razón, que a pesar de la juventud, hoy en día, el peso de la información, hace que un joven esté capacitado para cuestionar el sistema. Es necesario que se hagan puentes de discusión y conocimiento entre profesores y estudiantes; y padres de familia e hijos. Estos puentes de discusión deben descentralizar el poder. Es necesario aunar fuerzas para que estas primeras autoridades se liberen del poder para el beneficio de todos. Liberarse del poder implica que la autoridad tenga la capacidad de recibir y discutir cuestionamientos a su función y que se generen espacios neutrales y respetuosos en donde se lleguen a acuerdos sobre el aprendizaje en conjunto. Para que este proceso pueda implementarse es preciso que el joven se haya liberado de su poder, que aprenda a ser responsable, que demuestre que es capaz de tomar sus decisiones, que sabe afrontarlas y mantenerlas. Es decir, que prefiera llegar a la casa temprano, colaborar con los oficios de la casa, ser sobrio, responder con las labores académicas, ser constante y cumplido con trabajos, ejercicios y lecturas. No es posible entrar en un espacio dialógico si no se muestra la capacidad de transformación interna, en otras palabras ¿Cómo se puede tener credibilidad cuando ni siquiera se demuestra la responsabilidad y la madurez personal como mínimo? Esto nos pone en un universal: quien no es parte de la solución es parte del problema, es decir, todos los problemas empiezan a solucionarse conmigo mismo.
Por supuesto, ello es parte de un proceso, y un cambio de actitud, pero pensar que ello no se puede dar, es igual que pensar que la solución del país y de la crisis de la humanidad no se dará. Es preciso hacer un giro hacia la resignificación de los verdaderos fines de la educación: generar procesos de transformación social mediante la formación de seres humanos integrales que tengan la capacidad de llevar a cabo procesos de pensamiento crítico que aporten al desarrollo científico y sociocultural del país. Si no se llega a este proceso se seguirá repitiendo la incoherencia de un sistema educativo que perjudica al ser humano, profesando su beneficio.
Después de transformar estos poderes se pasa a la sociedad. Es necesario reestablecer el vínculo con las realidades inmediatas en la sociedad. Es decir, es preciso generar mecanismos de comunicación social para que el conocimiento sea universal y no de unos pocos. No es primordial que todas las personas tengan conocimientos especializados de manera inmediata (vale la pena recordar que siempre se han puesto en discusión en los centros académicos la pertinencia de los currículos o los contenidos de las asignaturas así que no es un problema nuevo, pero siempre se sabe que es lo elemental), se deben determinar unos mínimos necesarios para que la comunidad se sienta motivada a expandir sus horizontes particulares del conocimiento y que puede decidir por sí misma. Para tomar decisiones políticas es necesario tener conocimientos, pero hoy en día está demostrado que dichos conocimientos requieren más de capacidad de decisión (de carácter) que de suficiencia intelectual, es decir, en la actualidad cualquiera puede ser congresista, desde un actor, pasando por un deportista, hasta un comediante.
Existe un imaginario colectivo que plantea que se debe “saber mucho” para tomar decisiones políticas gracias a la confusión que generan las asambleas de estos oportunistas (cámara, congreso, senado, asambleas estudiantiles, entre muchas otras). La confusión en últimas, parece ser parte de la estrategia que utilizan los miembros que están dentro de las mismas asambleas para sacar su tajada de la manera más impecable. Pero en un proceso de comunicación ética el lenguaje debe ser accesible para todos. Es decir, todos deben comprender las decisiones que se toman de manera colectiva y estar en la capacidad de proponer estrategias más dinámicas para la transformación social. Si se tuviera en cuenta el bienestar humano por encima de los intereses particulares los enredos y la confusión serían mínimos, se pondrían a discusión las mejores propuestas para el beneficio colectivo teniendo en cuenta todas las variables y se toma la decisión entre todos, que con una adecuada percepción ética no debe diferir mucho y ya. Es sencillo discernir qué es lo mejor para todos si no hay intereses particulares de por medio (eso lo han hecho las comunidades indígenas durante siglos), en otras palabras: la corrupción engendra la confusión. Al contrario de lo que piensa la mayoría de la población, no se requiere tener altos estudios para proponer acciones sociales trascendentales (hay que ver la cantidad de ineptos que hay en el congreso y en el concejo. Existen mujeres que organizan comedores comunitarios que no han pasado la primaria y tienen más cabeza que ellos para diseñar propuestas que benefician realmente a la colectividad).
El conocimiento debe estar en el ánimo de encontrar las respuestas elementales a los problemas universales teniendo como referente una visión ética del ser humano y el beneficio proporcional de la población. Si se adecua un proceso de organización desde las mismas universidades para llegar a la comunidad en forma sistemática a través de distintos mecanismos: diálogo constante, actividades culturales, medios de comunicación, trabajo social, alfabetización crítica, asesorías académicas, información política, etc. los miembros de la comunidad comienzan a ejercer los procesos de transformación sociocultural mediante la construcción de un pensamiento autónomo y crítico de la sociedad. La universidad asumiría el papel de un traductor, convierte los conocimientos especializados, en análisis sintéticos de la realidad que pueden ser manipulados por la base popular, desposeídos del poder, de la elitización y la aspiración a títulos[14]. Es en ese momento cuando todas las personas, los carpinteros, los vendedores ambulantes, las amas de casa, las prostitutas, los niños que lavan vidrios en los semáforos, podrán saber de lo mismo y si saben, es decir, si tienen el conocimiento podrán tener la opción de decidir y de actuar.
No nos sirven manifestaciones y marchas de dos mil personas cuando más de mil quinientas van porque les han cerrado la universidad, o porque no tienen más que hacer o por la curiosidad de ir a una marcha. Nos sirve un paro o una marcha de más de cincuenta mil personas, todas con conciencia política y con convicciones reales, es decir, con capacidad de decidir gracias a que han sido informados, y por ello optan por participar de las movilizaciones y demás eventos organizados para destruir el orden del sistema de desigualdad que todos hemos auspiciado durante siglos.
Frente a ese proceso de organización, comunicación y conocimiento la fuerza militar se queda sin argumentos para la represión. Con un sistema masivo de información que en lugar de propender la violencia desarma los atributos mediante los cuales se ha mantenido el poder, el sistema tiene que colapsar. Ya no se necesitarán a los parlamentarios y representantes políticos, el pueblo, la base misma tendrá el poder mediante la participación de cada uno de sus miembros en la construcción del país. La academia, la misma universidad será quien volcándose hacia los intereses del pueblo, sirva como interprete, traduzca los conocimientos, cumpla con una función de mensajería para el pueblo hasta que todos estemos en capacidad de desempeñar las mismas funciones. Es decir, ¿por qué un maestro con PHD no puede lavar los platos en su casa o poner ladrillos para construir las viviendas de los pobres o enseñar a leer y escribir a niños que antes vendían dulces en los semáforos? Esa es la barrera que hay que romper, no los cordones de seguridad de los militares, es hora de ir más allá, a la ideología que mantiene la ceguera. Es cuestión de borrar las mentiras que patrocinan el abuso del poder con argumentos sólidos conocidos por todos.
Si amas de casa, panaderos, emboladores, universitarios, desplazados, investigadores, académicos, camioneros, desmovilizados, todos, todos son uno mismo, si todos cuentan con el conocimiento necesario, la capacidad para asumir sus errores, el interés por emplear su poder de decisión en la transformación del país, entonces todos podrían llegar a acuerdos para hacer que el sistema capitalista no funcione. El sistema funciona porque estamos divididos, pero si estamos unidos en torno a los fines comunes que se sintetizan en la destrucción del poder de unos pocos y la restitución del ser humano como argumento fundamental para las relaciones sociales, entonces no existe fuerza militar que pueda reprimir todo eso. De hecho los argumentos para mantener la misma fuerza militar se acaban, porque su base (como se ha dicho con anterioridad) es parte del pueblo (sólo que más ignorante, autoritaria y obediente, por el lavado de cerebro del cual ha sido objeto).
En síntesis, esa es la verdadera revolución, la revolución del conocimiento para el pueblo, el conocimiento básico como estrategia. Pero el conocimiento que cuestiona el poder particular y lo convierte en poder popular que parte de una postura ética de bienestar colectivo desde lo humano. Teniendo en cuenta que lo humano se fundamenta en relaciones de otredad, de servicio a la comunidad para alcanzar el bienestar y la realización personal. En otras palabras, si el gobierno no nos da la educación para salir de la ignorancia, nosotros en las universidades la fomentamos desde lo que tenemos, nos damos al servicio del pueblo del que somos parte para que todos podamos decidir sobre lo que queremos y podamos transformar la historia de la humanidad desde lo que somos y vivimos. La hora de la oscuridad puede estar llegando a su límite, todos nos necesitamos, es tiempo de cambiar, éste es el momento para la revolución.
[1] La ruptura con el pensamiento comunitario afecta al hombre. Tanto a quien padece el abuso, como quien recibe los beneficios materiales. La esencia del ser humano está en la posibilidad de relacionarse con otro ser, su realización está allí y no en el factor económico. Poner en las relaciones humanas el factor económico de por medio destruye la posibilidad de encuentro con el propio ser, materializa las relaciones humanas hasta quitarles su verdadera esencia. De ahí la perdida del sentido y el tedio tan evidentes en el postmodernismo.
[2] Aunque se podrían emplear términos como “el proletariado” o “la clase obrera”, se usará aquí la palabra “pobres” en oposición a “ricos” que podría tener su variante en “la burguesía”. Esto con el fin de que el texto pueda ser más accesible en espacios no académicos. No se desconoce la mitificación de estos términos, pero se considera que en esencia no han perdido su capacidad de representación. Con estos términos no se pretende afirmar que no existan pobres con mentalidad de ricos o viceversa, se busca presentar el debate en los términos más pragmáticos.
[3] Al respecto causan indignación estas cifras: un desplazado “registrado” ante los entes institucionales recibe $130.000 cada tres meses para la manutención suya y de su familia. Un desmovilizado, que por lo general ha provocado el desplazamiento y la pobreza, recibe cerca de $900.000 mensuales además de otros beneficios en cuanto a salud y educación que no recibe su víctima gracias a la ley de justicia y paz propiciada por el gobierno.
[4] Con frecuencia se emplea el término “fuerza pública”, en realidad este término es nocivo y falso, las fuerzas militares reprimen al pueblo (o a la clase obrera) no son del pueblo como se podría pensar, no representan y defienden sus intereses y necesidades.
[5] Existen grupos radicales que defienden el uso de la violencia como reacción a la violencia injusta ejercida contra la población oprimida. La historia misma de las revoluciones que han usado estos mecanismos ha mostrado que el poder armado es incontrolable, hasta el punto que se termina abusando del poder armado y deslegitimando la condición humana. La única forma de controlar la función de las armas es mediante la educación, pero el fin más alto de la educación no es empuñar un arma con conciencia para la defensa de los intereses populares. El fin más alto de la educación debe ser la invalidez de las armas y de la represión por una comunicación ética del conocimiento universal y de las soluciones humanas a los conflictos.
[6] Es importante aclarar que este descrédito ha sido generado desde los medios de comunicación que defienden los intereses de quienes los manejan, que en esencia pertenecen a la clase alta.
[7] Frases insignes del escudo de Colombia que no aplican para la mayoría de la población.
[8] Aunque es muy diferente conocer y ser conciente de estas realidades. Un borracho sabe de esto y reniega contra todos sus amigos contra los altos poderes. Luego llega a su casa embriagado golpea a su mujer y maltrata a sus hijos. Está también el caso del estudiante universitario que sabe algunas cosas pero lo único que le preocupa es sacar su título para tener mayores posibilidades económicas y entrar al mismo sistema capitalista promovido por sus docentes. Estos a su vez sólo pretenden especializarse en su conocimiento para ser reconocidos y ascender en la ruta que el sistema ha proporcionado para sus fines de ambición económica e intelectual. Si en realidad se tuviera conciencia de la problemática se tomaría una opción distinta frente a la misma forma de asumir la vida.
[9] Por supuesto, existen pobres que estudian la legislación, pero en su mayoría su mentalidad es de ricos, es decir poseen una mentalidad burguesa, aunque no tienen los recursos económicos de momento. Sin embargo dicha mentalidad los llevará a estar buscando sus beneficios particulares por encima de los intereses colectivos. Lo mismo sucede en otras profesiones menos prestigiosas. El embolador o el reciclador también pueden tener una mentalidad burguesa y buscar su beneficio particular a expensas del beneficio colectivo.
[10] Vale la pena recordar que los oficiales son quienes generan las órdenes pero éstos pertenecen en Colombia a la clase alta. Para entrar a la escuela de cadetes se hace un proceso de selección que obedece más a la condición social del aspirante que a sus capacidades intelectuales y de servicio público. Este grupo selecto comanda a la base que es conformada en esencia por población de los estratos inferiores y más cuando el servicio militar es obligatorio. De hecho, los hijos de los ricos encuentran la manera, gracias a sus contactos, de no prestar servicio militar. Vale la pena recordar una pinta común en algunas universidades públicas: “¿Si el servicio militar es obligatorio, por qué la educación no lo es?”. Además vale la pena revisar situaciones de otros países en donde lo que se invierte en fuerzas militares se invierte en educación como es el caso de Costa Rica. En este tipo de países se prefiere educar a la población antes que reprimirla, por su puesto, en este sentido es posible que las condiciones sociales sean mejores para todos.
[11] Sin tener en cuenta la peste del postmodernismo que ha contaminado a toda la humanidad aislando definitivamente al ser humano, instalándolo en una crisis de los valores colectivos, en la era del vacío.
[12] No se busca hacer un estudio especializado de la idea de otredad. Pero, para los interesados en defender el plano intelectual, se pueden mencionar algunos estudiosos al respecto: Sócrates, Jesucristo, San Pablo, San Agustín, Nietzsche, Bajtín, Heidegger, Sartre, Levinas, Vattimo. Podríamos quedarnos discutiendo los matices de la interpretación, pero si interpretamos con base en la desigualdad social, es un hecho que todos ellos (sin mencionar muchísimas obras de arte) convergen en la necesidad de encontrar en el otro la realización personal. Es decir a través del beneficio que le presto al otro encuentro mi realización personal. Sartre llega a decir: “el otro es el yo que no soy yo”. Heidegger plantea que el ser que se conquista es el ser que se da a los demás, quien se pierde es quien se retiene para sí mismo. Con esta cita no se pretende imponer una interpretación, se busca deshacer
[13] Este temor tiene su fundamento en la condena de los estudiantes o del público al maestro o artista que reconoce su equivocación. Pero allí mismo se deshace la posibilidad humana de aprender. Pensar que se tiene todo claro es un absurdo, pero es un absurdo muy común en nuestras universidades y en los centros culturales y académicos.
[14] Un ejemplo pragmático puede ser informar a la comunidad de una manera sencilla y eficaz sobre las decisiones políticas más importantes y globales en la actualidad, por ejemplo, el Plan de Desarrollo,
[1] La ruptura con el pensamiento comunitario afecta al hombre. Tanto a quien padece el abuso, como quien recibe los beneficios materiales. La esencia del ser humano está en la posibilidad de relacionarse con otro ser, su realización está allí y no en el factor económico. Poner en las relaciones humanas el factor económico de por medio destruye la posibilidad de encuentro con el propio ser, materializa las relaciones humanas hasta quitarles su verdadera esencia. De ahí la perdida del sentido y el tedio tan evidentes en el postmodernismo.
[2] Aunque se podrían emplear términos como “el proletariado” o “la clase obrera”, se usará aquí la palabra “pobres” en oposición a “ricos” que podría tener su variante en “la burguesía”. Esto con el fin de que el texto pueda ser más accesible en espacios no académicos. No se desconoce la mitificación de estos términos, pero se considera que en esencia no han perdido su capacidad de representación. Con estos términos no se pretende afirmar que no existan pobres con mentalidad de ricos o viceversa, se busca presentar el debate en los términos más pragmáticos.
[3] Al respecto causan indignación estas cifras: un desplazado “registrado” ante los entes institucionales recibe $130.000 cada tres meses para la manutención suya y de su familia. Un desmovilizado, que por lo general ha provocado el desplazamiento y la pobreza, recibe cerca de $900.000 mensuales además de otros beneficios en cuanto a salud y educación que no recibe su víctima gracias a la ley de justicia y paz propiciada por el gobierno.
[4] Con frecuencia se emplea el término “fuerza pública”, en realidad este término es nocivo y falso, las fuerzas militares reprimen al pueblo (o a la clase obrera) no son del pueblo como se podría pensar, no representan y defienden sus intereses y necesidades.
[5] Existen grupos radicales que defienden el uso de la violencia como reacción a la violencia injusta ejercida contra la población oprimida. La historia misma de las revoluciones que han usado estos mecanismos ha mostrado que el poder armado es incontrolable, hasta el punto que se termina abusando del poder armado y deslegitimando la condición humana. La única forma de controlar la función de las armas es mediante la educación, pero el fin más alto de la educación no es empuñar un arma con conciencia para la defensa de los intereses populares. El fin más alto de la educación debe ser la invalidez de las armas y de la represión por una comunicación ética del conocimiento universal y de las soluciones humanas a los conflictos.
[6] Es importante aclarar que este descrédito ha sido generado desde los medios de comunicación que defienden los intereses de quienes los manejan, que en esencia pertenecen a la clase alta.
[7] Frases insignes del escudo de Colombia que no aplican para la mayoría de la población.
[8] Aunque es muy diferente conocer y ser conciente de estas realidades. Un borracho sabe de esto y reniega contra todos sus amigos contra los altos poderes. Luego llega a su casa embriagado golpea a su mujer y maltrata a sus hijos. Está también el caso del estudiante universitario que sabe algunas cosas pero lo único que le preocupa es sacar su título para tener mayores posibilidades económicas y entrar al mismo sistema capitalista promovido por sus docentes. Estos a su vez sólo pretenden especializarse en su conocimiento para ser reconocidos y ascender en la ruta que el sistema ha proporcionado para sus fines de ambición económica e intelectual. Si en realidad se tuviera conciencia de la problemática se tomaría una opción distinta frente a la misma forma de asumir la vida.
[9] Por supuesto, existen pobres que estudian la legislación, pero en su mayoría su mentalidad es de ricos, es decir poseen una mentalidad burguesa, aunque no tienen los recursos económicos de momento. Sin embargo dicha mentalidad los llevará a estar buscando sus beneficios particulares por encima de los intereses colectivos. Lo mismo sucede en otras profesiones menos prestigiosas. El embolador o el reciclador también pueden tener una mentalidad burguesa y buscar su beneficio particular a expensas del beneficio colectivo.
[10] Vale la pena recordar que los oficiales son quienes generan las órdenes pero éstos pertenecen en Colombia a la clase alta. Para entrar a la escuela de cadetes se hace un proceso de selección que obedece más a la condición social del aspirante que a sus capacidades intelectuales y de servicio público. Este grupo selecto comanda a la base que es conformada en esencia por población de los estratos inferiores y más cuando el servicio militar es obligatorio. De hecho, los hijos de los ricos encuentran la manera, gracias a sus contactos, de no prestar servicio militar. Vale la pena recordar una pinta común en algunas universidades públicas: “¿Si el servicio militar es obligatorio, por qué la educación no lo es?”. Además vale la pena revisar situaciones de otros países en donde lo que se invierte en fuerzas militares se invierte en educación como es el caso de Costa Rica. En este tipo de países se prefiere educar a la población antes que reprimirla, por su puesto, en este sentido es posible que las condiciones sociales sean mejores para todos.
[11] Sin tener en cuenta la peste del postmodernismo que ha contaminado a toda la humanidad aislando definitivamente al ser humano, instalándolo en una crisis de los valores colectivos, en la era del vacío.
[12] No se busca hacer un estudio especializado de la idea de otredad. Pero, para los interesados en defender el plano intelectual, se pueden mencionar algunos estudiosos al respecto: Sócrates, Jesucristo, San Pablo, San Agustín, Nietzsche, Bajtín, Heidegger, Sartre, Levinas, Vattimo. Podríamos quedarnos discutiendo los matices de la interpretación, pero si interpretamos con base en la desigualdad social, es un hecho que todos ellos (sin mencionar muchísimas obras de arte) convergen en la necesidad de encontrar en el otro la realización personal. Es decir a través del beneficio que le presto al otro encuentro mi realización personal. Sartre llega a decir: “el otro es el yo que no soy yo”. Heidegger plantea que el ser que se conquista es el ser que se da a los demás, quien se pierde es quien se retiene para sí mismo. Con esta cita no se pretende imponer una interpretación, se busca deshacer
[13] Este temor tiene su fundamento en la condena de los estudiantes o del público al maestro o artista que reconoce su equivocación. Pero allí mismo se deshace la posibilidad humana de aprender. Pensar que se tiene todo claro es un absurdo, pero es un absurdo muy común en nuestras universidades y en los centros culturales y académicos.
[14] Un ejemplo pragmático puede ser informar a la comunidad de una manera sencilla y eficaz sobre las decisiones políticas más importantes y globales en la actualidad, por ejemplo, el Plan de Desarrollo,
Por: Josefina Arias
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