Agosto 18 de 2007
Hasta la vida darán indígenas embera para evitar explotación de cobre, molibdeno y oro
Foto: Julio César Herrera - EL TIEMPO
Hasta la vida darán indígenas embera para evitar explotación de cobre, molibdeno y oro
Foto: Julio César Herrera - EL TIEMPO
En Guagua y otras comunidades cercanas a Careperro se prohíbe cazar en el cerro. Así guardan agua y animales para las generaciones futuras.
Un proyecto incluiría al cerro Careperro, entre Antioquia y Chocó, al que, según una prohibición ancestral, solo pueden subir los jaibaná -médicos tradicionales- a comunicarse con los espíritus.
Los dirigentes indígenas sostienen que lucharán con el tesón del choiva o almendro. Así llaman a un árbol maderable que crece en la zona. El tronco es fuerte, el follaje escaso y aun cuando se pudre, permanece erguido. Cuando uno va por la corriente del río Murindó con dirección a Careperro se encuentra varios ejemplares en ambas orillas.
El permiso para perforar durante tres años, prorrogables a cinco, en 16 mil hectáreas (4.000 en Antioquia y el resto en Chocó) le fue otorgado a la Muriel Mining Corporation entre finales del 2004 y principios del 2005. Vencido ese periodo vendrían 30 años de explotación.
Los 16 títulos mineros tocan territorios de comunidades negras, así como los resguardos de Chageradó, Murindó y Urandá-Jiguamiandó en los cuales viven cerca de 2.000 indígenas.
Nevera para los embera
Careperro representa apenas 2.000 de las hectáreas pero se ha convertido en el símbolo de la lucha de los embera contra el proyecto extractivo.
De lejos se ve como un simple bosque tupido, pero en medio de la espesura viven el mico, la pava y el pavón, el venado y la tatabra (especie de marrano con colmillos) e infinidad de plantas medicinales. Además, nacen varias quebradas vitales para la supervivencia de los poblados ribereños.
Es la nevera donde los embera guardan la comida y el agua para las generaciones futuras. Algunos dicen que es la savia de su cultura y que por eso lo preservan.
Sus tabúes han sido más efectivos en ese propósito que cualquier guardabosques, pues aprenden desde la cuna que es intocable.
El mito dice que al penetrarlo no solo se acabarían las fuentes hídricas y la caza en los alrededores, sino que se desbocarán los jai (espíritus) malos y los jaibaná perderán ese vínculo con los espíritus buenos que les dan el poder de curar con ramas las mordeduras de víbora, ayudar a las parturientas en alumbramientos difíciles, llamar las lluvias y atajar maleficios.
Farmacia de jaibanás
Unos 80 jaibanás se surten de las plantas medicinales en Careperro. Antolino Sapia es uno. Tiene 55 años que no revela y no modula ni una palabra de español.
A pesar de su estampa de campesino común y silvestre le atribuyen hazañas sobrenaturales. En el 2003, por todo el Atrato -dicen los indígenas- se desataron espíritus malos que obligaban a las adolescentes más bonitas a colgarse de sus propias parumas (faldas)hasta morir. Acá mismo hubo 9 niñas fallecidas y 9 suicidios frustrados.
Antolino se batió en duelo y, a juzgar por el hecho de que desde entonces no ha habido un caso más, salió vencedor.
Teme que si otros pisan Careperro ni él ni sus otros colegas volverán a ganar batallas como aquella y los perjudicados serán todos los embera.
Por su parte, Guillermo Pardo, representante legal de la Muriel, critica que algunos indígenas han utilizado a Careperro como caballito de batalla para oponerse al proyecto.
Pero los miedos de los indígenas van más allá, pues creen que con los capunea torro (blancos) -también llamados por ellos libres- vendrán las plagas de una civilización que avasallará la de ellos.
"Con la explotación viene la militarización y eso da desplazamiento de indígenas, que incluso se han negado a salir con las presiones de los grupos armados", explica el gobernador de Chageradó, Alberto Siniguí Cuñapa.
El Estado tendrá la palabra para resolver un conflicto de vieja data entre cultura y desarrollo económico, un asunto que en casos como el de la represa de Urrá y los yacimientos de Samoré dejaron mal librados a los indígenas.
No es como dicen indígenas: Muriel Mining
Aunque la concesión abarca 16 mil hectáreas, de acuerdo con el representante de la Muriel Mining Corporation, Guillermo Pardo, el impacto será mínimo.
Primero, porque en la etapa exploratoria solo se harán 6 perforaciones de 20 centímetros de diámetro por 300 metros de profundidad, de manera que por cada uno requerirá a lo sumo 400 metros cuadrados. Muy diferente a los pozos petroleros, que necesitan equipos más voluminosos y áreas extensas.
Los indígenas sostienen que dos de los huecos estarán en plenas comunidades de Guagua y Corodocito. Pardo lo niega, pero no asegura que en un futuro no vayan a extender su centro de interés hasta allá. En todo caso, dice, habría una consulta y concertación con la comunidad.
Es enfático, en cambio, en que Careperro no está en sus planes.
Por otra parte, el proyecto sigue siendo incierto y solo se sabrá qué zona abarcará la explotación cuando se agoten los estudios.
NÉSTOR ALONSO LÓPEZ L.Enviado especial de EL TIEMPOMurindó (Antioquia)
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